lunes, 29 de junio de 2015

La sonrisa más linda y preciosa

Un día hay que volver a empezar. Hay un día en que algo te toca en lo más profundo y saca del eje el protagonismo absurdo que tiene el malestar constante y la ridícula sensación de asco. Un día, una enfermedad hasta ahora incurable, se lleva a la mejor persona, a la más luchadora, a la mejor mamá, la más dedicada, la más solidaria y generosa. Se va la sonrisa más linda y preciosa. Se va la abuela, se va la mamá, se va la mamá adoptiva. Se va. ¿Por qué? No hay un por qué que explique o apacigüe el dolor. 
¿Y ahora qué? Y ahora...
Entonces esa sonrisa aparece como un holograma en la oscuridad y trae fuerza.  Esas palabras que tanto repetía parecen empujar hacia adelante ante cualquier atisbo de claudicar. Esa voluntad y obstinación para que todo sea justo y sus afectos no sufran ni pasen necesidades, se convierten en bastones para levantarse y seguir. Se pueden caer las lágrimas. Se pueden mezclar el dolor, la desilusión, la injusticia, la falta de consuelo. Pero al final, su sonrisa se impone y arrastra a su vereda. La de la lucha. La de la vida. La de sus ganas de vivir. 
Y también entonces, todo el asco, toda la desesperanza, la sensación de ahogo y ganas de dejar de existir, se vuelven pequeñas. Se disuelven en un mar de recuerdos, de abrazos, de frases, de gestos de amor. 
Gracias Mari por enseñarme a vivir. Por llevarme a terminar la primera de muchas carreras para desatar los nudos del corazón, por decirme: "te quiero Floripela", por enseñarme que enojarse con alguien, a veces, es un acto de amor, por quererme y hacerme sentir siempre parte de tu admirable familia. Por escucharme ayer, hoy y siempre. 
Te vamos a extrañar mucho pero vas a seguir estando en todo. Porque hasta el último día mostraste un camino. Gracias por esta extraña sensación de que si alguien como vos me quiso, queda la esperanza de curar mi cabeza y aprender a ver lo mismo que vos supiste ver. 
Hasta siempre, linda preciosa.