lunes, 2 de febrero de 2015

Geométricamente perfecta, emocionalmente vulnerable

ISalir de un círculo implica romper una circunsferencia; forma armónica por excelencia que parece inalterable. No tiene extremos. No tiene un principio ni un fin. Entonces ¿por dónde entrar? ¿Cómo desarmar una forma tan perfectamente simple y compleja a la vez? Simple porque su simetría y redondez la convierten en una armónica pieza en donde quiera que aparezca. Compleja porque lo que encierra pareciera estar lleno de marañas de hilos viejos y enredados. 
Años tratando de romper ese equilibrio, responsable de una cómoda incomodidad que trae la tranquilidad de lo conocido. La imposibilidad de pensar en el radio, en el diámetro, en vez del perímetro. El deseo de convertirla en flecha y dispararla bien lejos. Todo parece inaccesible. 
Después de crear un surco alrededor del grandioso círculo, del vicioso círculo, por tantos años de girar en torno a lo mismo, lo que parecía tener una resolución meramente geométrica se convirtió en algo mucho más básico. No hay recetas mágicas ni desenlaces milagrosos. Hay voluntad. Hay perseverancia y, por sobre todas las cosas, hay que seguir. 
Entonces un día, en vez de seguir girando alrededor, surge un interrogante: ¿y si en lugar de tomar el camino de siempre y caer en los mismos pozos, cambiamos el sendero? ¿Y si en vez de repetir una y otra vez lo que una palabra con autoridad fijó en la conciencia, elegimos la alternativa más saludable? ¿No será ese el modo de vulnerar al círculo y convertirlo en uno virtuoso? 
A veces es necesario creer en el instinto interior. Pisar con cautela pero con firmeza, aunque no haya una huella marcada previamente. Aunque seamos los encargados de marcarla. Porque eso también es sanar.

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