viernes, 27 de mayo de 2011

Día 2 | Yo así no juego más.

La tentación de volver a jugar reaparece. Una confusa mezcla de necesidad y creencia. El pensamiento mágico lleva a pensar que, esta vez, el juego va a ser distinto, que se puede ganar sin sufrir las consecuencias.
Son minutos, quizás segundos en los que la mente se debate entre ser parte de una actividad conocida, crónica y recurrente o volverse ajena al único ámbito donde cree estar segura. 
Por segundos, por minutos, por horas, por días, las ideas se disputan territorios. Se genera una especie de combate con dos reinas madres diametralmente opuestas que obligan a sus súbditos a ocupar territorio ajeno. Al cruzarse las fuerzas, nacen muchas tensiones que no hacen más que sumar confusión a un cuerpo incapaz de decidir qué le conviene. Cree saber lo que quiere. Cree saber cuál sería el objetivo final. Sin embargo en algún rincón, pequeñas fuerzas que no han sido derrotadas, generan una duda: ¿eso que quiere es correcto? ¿es la manera de lograrlo? y algo aún más importante ¿es lo que lo hará feliz?
Piensa que es normal actuar de una manera diferente a la que actúa la mayoría de la gente pues al fin y al cabo, no es como el común de la gente. Ahora se cuestiona: ¿no debería cortar con ese círculo vicioso del que forma parte? ¿no es demasiado lo que pierde estando dentro de él? ¿no le impide ser lo que sea que realmente es?
Los nenes tienen la capacidad de no tener demasiados filtros a la hora de decir lo que piensan. Cuando algo no les gusta, lo dejan salir. Cuando juegan y alguien les está haciendo trampa, abandonan el juego, reclaman justicia o le hacen más trampa para ganarle. Ahora anhelaría poder ponerse por un instante un manto con la frescura de un nene y responder "¡Yo así no juego más!".
Bajando a la realidad y despojándola de todas las cosas maravillosas que la volverían "ideal", hoy sabe que no puede permitirse volver a caer en el juego. Perdió todo lo lúdico. Perdió toda la diversión. Sigue siendo extremadamente tentador pero la consecuencia que trae no justifica la satisfacción generada. Por momentos pareciera ser el estado utópico de felicidad que todos quieren lograr, pero sabe que en su caso, apenas lo esté por alcanzar, la piedra se correrá unos cuantos metros más adelante. Es volver a empezar. Ya es tarde para eso. Mejor cerrarlo.

Ya no más Anas, ya no más Mias.

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